Eso sí, fue en España donde se le empezó a llamar de ese modo y la mayoría de historiadores coinciden que fue concretamente en la provincia de Cádiz, durante la primera década del siglo XIX. El asedio de los franceses a las poblaciones gaditanas de San Fernando y Cádiz en 1810, provocó una escasez de alimentos y materia prima para cocinar (patatas, verduras, hortalizas…), pero era común, en la mayoría de las casas, poseer alguna gallina, lo que llevó a que tuviesen que acostumbrarse a cocinar tortillas sencillas y sin ningún tipo de relleno.
Este hecho provocó que más adelante, cuando había crisis y no se tenía dinero para comprar alimentos, se recurriese a ‘la tortilla de cuando los franceses’, es decir, elaborada solo con huevo. Con el transcurrir de los años, el término ‘de cuando los franceses’ sufrió una transformación convirtiéndose en ‘a la francesa’ y así distinguirla de la de patatas; muy típica en la gastronomía del país y que era comúnmente conocida como ‘tortilla a la española’.
Sin embargo hay discrepancias en torno a la autoría de su nombre. Años antes del cerco francés en Cádiz en 1804, Alexander Hunter publicaba en York, Inglaterra, el recetario Culina Famulatrix Medicinae, donde incluía la receta de ‘A French Omelette’, lo que hace suponer que el apelativo de ‘Francesa’ se lo pusieron los ingleses a finales del siglo XVIII. Otras hipótesis hablan sobre que, el origen del término ‘tortilla a la francesa’, se empezó a utilizar en Cataluña durante la misma época mencionada anteriormente y siendo conocida como ‘truita de quan la guerra del francès’ (tortilla de cuando la guerra del francés), pero no hay suficientes evidencias y/o reseñas históricas que puedan confirmarlo.
Con la humildad de este ingrediente, hacemos un llamamiento para celebrar el solsticio de invierno y empezar una nueva vida simple dentro de la tradición.
La finalización de las Saturnales coincidía con el solsticio de invierno, día en el que entraba la estación más fría del año y el fin de los días oscuros, tal y como eran llamados por los romanos, ya que a partir de esa fecha el día se alargaba teniendo más horas de luz. Ese día, 25 de diciembre en el antiguo calendario juliano (fechado actualmente en el 21 de diciembre), se bautizó como Sol Invictus en conmemoración al Sol, como Dios superior entre todas las divinidades romanas.
Anterior a esta fecha, a partir del solsticio de verano (normalmente el 21 de junio), las noches se tornan paulatinamente cada vez más largas, hallando su cúspide en la noche del 21 de diciembre -la noche más larga en el hemisferio norte-. Durante los días 22, 23 y 24 de diciembre el sol parece morir en el mismo punto pero, finalmente, el 25 de diciembre se mueve de nuevo hacia el norte, por lo que se dice que el sol nace, dando origen a la celebración del Sol Invictus. Con el solsticio, por lo tanto, celebramos el momento que anuncia que la primavera llegará pronto.
Esta es una de las celebraciones más antiguas y no solo en los pueblos mediterráneos, sino en el mundo entero. Manifiestamos la reversión de la sociedad hiperconsumista de estas fechas y retomar la veneración pagana al sol, ese elemento en forma de huevo.
¡Feliz Sol Invictus!
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comida
1 huevo / sal / pimienta negra / aceite de oliva
1 – Cascamos el huevo, salpimentamos y lo batimos en un plato hondo.
2 – Calentamos un chorrito de aceite en una sartén y vertemos el huevo batido. Movemos la sartén para que el huevo se extienda bien por toda su superficie y se haga en poco tiempo. Cuando el huevo empiece a cuajase poco a poco y a deslizarse por el fondo, es momento de darle forma de tortilla. Servimos la misma con una rebanada de pan tostado.
y siesta
3 – ¡Hay que celebrar cada segundo con la comida!