La primera pizza surgió hace tres mil años como un pan sin levadura consumido por los primeros humanos y consistía en unos pequeños bollos planos preparados sobre piedras abrasivas. Muchas civilizaciones que vivían en las áreas mediterráneas, como los Egipcios, los Griegos y los Romanos, estaban acostumbrados a comer panes planos de este tipo, elaborados a partir de granos de cebada, agua y diferentes sazonadores.
El término pizza remite a ese pan aplastado y proviene del latín pinsa, que es el participio pasado del verbo latín pinsere que significa aplastar. Pero ese primer pan aplastado, por muy rico que fuera, necesitó de la ayuda de las especias para desperdigarse por el mundo, y los Napolitanos fueron fundamentales en ese proceso de expansión de la pizza: agregaron el tomate y la mozzarella.
Cada porción es una ración de humildad y sencillez, cada bocado es un agradable lujo para nuestro sentido del gusto.
Entre los siglos XVII y XIX, el hábito de comer pizzas se contagió en casas y calles, surgiendo los lugares especializados en la elaboración de pizza: las pizzerías, los templos de este manjar.
En mi caso, puedo decir que esta masa horneada tiene un lugar privilegiado en mi lista de platos cuyos ingredientes están prefectamente combinados.
Hoy la pizza es el símbolo de la espléndida ciudad partenopea, pero también una de las insignias de la comida sencilla hecha en casa.
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comida
250g de harina de trigo / 160g de agua / 2g de levadura de panadero / 10g de aceite de oliva / 5g de sal
(Cantidades para 2 pizzas)
1 – Preparamos la masa 2 días antes de su consumo. Mezclamos todos los ingredientes, disolviendo la levadura en el agua, y los amasamos hasta formar una bola elástica y uniforme. Tapamos y guardamos en la nevera para ralentizar la fermentación.
Para la cobertura de las pizzas: 2 bolas de mozzarella de búfala / 5 tomates de colgar* / aceite de oliva / una pizca de sal / 1 cucharadita de miel / orégano
*En verano usaremos tomates pera.
2 – En un momento entre estas 48 horas que reposa la masa, cocinamos nuestra salsa de tomate especial. Para ello, rallamos, trituramos y pasamos por un colador fino los tomates. Y, en una sartén a fuego medio cocemos el tomate rallado sin pepitas con un chorro de aceite, una pizca de sal y otro de orégano hasta que se haya evaporado todo el líquido. Ponemos la miel para corregir la acidez del tomate y aportar un sabor aterciopelado. Dejamos 5 minutos más y cerramos el fuego.
3 – Un par de horas antes de comer, sacamos la masa de la nevera. Troceamos y dejamos que la mozzarella vaya escurriéndose. Pasado este tiempo, precalentamos el horno al máximo de su potencia en la opción de arriba y abajo. Mientras, estiramos la masa, la ponemos sobre un papel para horno y la cubrimos con la salsa de tomate, el queso y el orégano.
Truco: Para fundir la mozzarella uniformemente colocar la parte exterior de esta hacia abajo.
4 – Ponemos la masa en la base del horno 2-3 minutos para simular el horno de leña e inmediatamente ponemos la pizza en la bandeja del horno, la subimos más arriba y dejamos que se hornee a 220ºC entre 5-6 minutos hasta que se dore y el queso este fundido.
y siesta
5 – La favorita.