Nativa del sur de Norteamérica y Mesoamérica, el calabacín es el fruto de una variedad de calabacera propia del verano y cuya planta se ha adaptado sin problema al clima mediterráneo. Tanto crudo como cocinado, su sabor es ligeramente amargo, pero suave y su textura es crujiente, recién recolectado, y sutilmente blanda cuando está perfectamente cocinado.
En casa nos encanta frito. Una elaboración simple, de toda la vida, que embellece cualquier mesa ya sea como tapa, acompañante o protagonista. Un pequeño placer que se enaltece con nuestro tan apreciado aceite de oliva. Un aceite capaz de soportar una temperatura de hasta 180ºC sin descomponerse y sin perder sus propiedades, siendo la mejor opción para freír.
La fritura tiene su origen en los países mediterráneos de la Antigüedad.
Se cree que esta técnica de cocinado nació en Egipto hace unos 5 mil años, cuyo arte consiste en una deshidratación de los alimentos por contraste de temperaturas: la humedad de los alimentos se transforma en vapor, que va produciendo una corteza y que no impide la penetración de aceite en su interior. Salvo algunos alimentos que se pueden sumergir directamente en la grasa, como por ejemplo la patata, el huevo o masas a base de harina, la manera más sencilla de hacer una fritura es solo con harina.
Una fritura bien hecha es algo maravilloso.
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comida
1 calabacín / harina de trigo / aceite de oliva
1 – Lavamos el calabacín y descartamos las puntas. Contamos el vegetal en rodajas muy finas y lo dejamos secar entre dos paños de algodón. Las rodajas deben estar bien secas para obtener un mejor resultado.
2 – Precalentamos abundante aceite de oliva, sin que llegue al humeo, en una sartén o recipiente profundo, para que los alimentos queden sumergidos y no entren en contacto con el aire.
3 – Enharinamos el calabacín, simplemente lo impregnamos bien de harina, y cuando esté completamente cubierto, ponemos una rodaja de calabacín o un trozo de pan en el aceite para comprobar que este está en su punto. Si aparecen las burbujas propias de la fritura, vamos colocando el resto de rodajas en el aceite para freírlo hasta que empiecen a dorarse.
(Si freímos mucho calabacín y nos hemos quedado cortos de aceite, probablemente deberemos cambiar el aceite a mitad de cocción, dado que parte de la harina se va posando en el fondo de la sartén adquiriendo un color oscuro. Si el aceite está quemado, lo más acertado es desecharlo, sino podemos reutilizarlo un par de veces más. En este caso colaremos el aceite frío para tenerlo listo sin residuos.)
4 – Retiramos el calabacín y lo ponemos en un colador fino para quitar el exceso de aceite. Finalmente lo pasamos a un plato para servirlo.
y siesta
5 – Luego camino.