Si observamos las antiguas civilizaciones, comprobaremos que el empleo culinario de las flores en culturas como la romana o la griega era algo muy común. Actualmente, el uso de flores en la cocina es un recurso que muchos cocineros practican desde hace años, y es que estos elementos aportan matices de frescura y sabores inusuales a nuestras comidas, además de un agradable sabor y aroma, que estimulan los sentidos. I nutricionalmente, son más ricos que los cultivados.
Comer y saborear frutos silvestres es todo un privilegio.
Sin embargo, a la hora de escoger flores para la cocina hay que seguir unas pautas tan rigurosas casi como con las setas, ya que las hay comestibles, pero también tóxicas. Ser precavido y tener claro que no todas las flores se pueden comer, son dos premisas a tener en cuenta antes de consumir cualquier producto silvestre. Por ello, es necesario educar en cuanto al uso seguro de los mismos.
Además de conocer y tener la habilidad para diferenciar las buenas de las malas, es importante, hacer un consumo responsable de las flores u otros alimentos silvestres, para no alterar el ecosistema, ya que algunos incluso pueden estar en peligro de extinción. Así, recolectaremos tan sólo los frutos que se vayan a utilizar en ese momento, aunque también se pueden conservar en el frigorífico y aguantan frescos y en perfecto estado durante una semana. Y si tenemos espacio exterior, lo mejor es cultivarse uno mismo sus propias flores, pese a que no seran tan ricas en nutrientes como las que crecen en libertad.
El actor de reparto de este plato es el romero, cuya planta crece espontáneamente en los márgenes mediterráneos en compañía de otras plantas como la esparraguera. Esperamos no sea la primera ni la última comida en incorporar flores frescas. Hoy, celebramos que el buen tiempo empieza ha asomarse, con un sencillo manjar elaborado solamente con productos de nuestra región: arroz del Delta del Ebre, aceite, espárragos y flores del Penedès y queso de Osona.
¡Salud y campo!
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comida
75g de arroz / 300g de agua aproximadamente / 1 manojo de espárragos silvestres / 1 cucharadita de queso de pasta blanda* / 1 cucharadita de flores de romero / pimienta negra / sal / aceite de oliva
*Hemos usado queso de payés Sant Ignasi de la Quesería Reixagó, finca situada en el pueblo Olost del Lluçanès, comarca de Osona, a 100 kilómetros de Barcelona.
1 – Lavamos el arroz bajo el grifo. Ponemos un cazo con el agua, y cuando arranque a hervir añadimos el cereal. Cocinamos el arroz unos 15 minutos, removiendo de vez en cuando, hasta conseguir una textura cremosa, propiciada por el almidón del propio cereal, y vigilando muy atentamente que no se forme un pegote ni se pase de cocción.
2 – Mientas se cocina el cereal, cortamos los esparrágos en trocitos pequeños y los salteamos en una sartén con un chorrito de aceite. Incorporamos el arroz hervido, el queso, cuatro flores, una vuelta de pimienta negra y sal. Removemos bien para que el cereal se impregne perfectamente del queso.
3 – Servimos de inmediato con el resto de flores de romero por encima.
y siesta
4 – Primaveral, en invierno.