El cultivo de la chufa se remonta a épocas bastantes lejanas de la historia del hombre. Referencias a este tubérculo, se encuentran en libros muy antiguos de autores persas y árabes, que lo tratan respectivamente con los nombres de Hab-el-Zem y Hab-elaziz-un-Zalam. Algunos autores chinos denominan a la chufa con el nombre de Hiang-fu-tze- y Sha-ts-an, recomendando la bebida de su zumo como estimulante del apetito, tranquilizante y para conseguir el bienestar general.
Desde Egipto, donde se han hallado vasos que contienen chufas como parte del ajuar funerario de los faraones, el cultivo de la chufa se expansionó por el Norte de África, llegando a la península Ibérica y Sicilia conjuntamente con las oleadas islámicas de la Edad Media.
Ocupa un puesto meritorio en la cultura mediterránea gracias a sus propiedades como refresco natural.
La cultura islámica hizo expandir el cultivo de la chufa en las áreas mediterráneas de la actual Comunidad Valenciana, existiendo constancia por escrito que en el siglo XIII ya se consumía ampliamente una bebida refrescante llamada llet de xufes, sin duda un antecedente de la actual horchata.
Chufa de Valencia es una Denominación de Origen Protegida creada el 25 de septiembre de 1995 que protege e identifica el cultivo de la chufa en dieciséis pueblos de la provincia de Valencia todos ellos situados en la parte norte de la huerta valenciana. Importante encontrar estas chufas, básicamente porque así nos aseguraremos que son frescas y de calidad, cosa que las chufas resecas vendidas al peso no siempre lo son. Las valencianas son tan buenas que simplemente hidratadas se pueden comer a lo loco. Y es que disfrutadas así enteras te teletransportarán al pasado, a la feria, a la infancia… dando un paseo para comprar martillos y manzanas y chupetes de caramelo, algodón de azúcar, altramuces, coco, y por supuesto chufas.
¡De toda la vida!
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comida
1 litro de agua / 250g de chufas / miel al gusto* / canela / agua para hidratar
*Hemos utilizado cincuenta gramos. Podéis sustituirla por azúcar, normalmente se suelen emplear unos cien gramos.
1 – Ponemos las chufas en un bol, las cubrimos de agua y las dejamos hidratar durante un día. Renovamos el agua a mitad de la hidratación.
2 – Escurrimos y sometemos las chufas a varios lavados, a ser posible uno de ellos con una solución compuesta de agua y desinfectante alimentario, agitando todo el conjunto durante 30 minutos. Una vez finalizada la desinfección, es necesario enjuagar varias veces las chufas para eliminar completamente el producto.
3 – Trituramos las chufas hidratadas en una batidora americana de vaso con el litro de agua. Si vuestra cocina no dispone de este aparato -como la nuestra-, podemos triturar las chufas por tandas con una picadora (siempre con un poco de agua, del mismo litro que necesitamos, para facilitar el triturado), ponemos las chufas trituradas en un bol grande con el resto de agua y trituramos de nuevo con la batidora de brazo para conseguir una textura lo más fina posible. Dejamos reposar el conjunto un par de horas en la nevera.
4 – Pasamos el líquido espeso por una tela fina de quesería, exprimiendo con las manos para quitar todo el líquido. Aromatizamos con miel disuelta en un poco de agua y canela. Guardamos en una botella de cristal en la nevera y consumir de inmediato ya que se estropea muy rápidamente.
y siesta
5 – Lista tras gozar de una cabezada de escándalo.