Las tradiciones de Todos los Santos y del día de los Difuntos vienen de lejos y tienen muchas expresiones diferentes a lo largo del globo. El recuerdo de los difuntos y el paso de la vida a la muerte, se vive de distinta forma de acuerdo a cada cultura. Conectando con las cocinas Patrimonio de la Humanidad, esta festividad es toda una institución en México. El culto a la muerte en México no es algo nuevo, pues ya se practicaba desde la época precolombina. En el 2008 la Unesco declaró esta fiesta como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad del antiguo país azteca. Como destaca este órgano internacional en este enlace: «El Día de Muertos en la cosmovisión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en sus honor. […] Se considera también una celebración a la memoria, un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido.» Imprescindible visionarse Coco para entender y conectar con esta mexicana tradición.
Al otro lado del Pacífico, aunque a mediados de agosto, se celebra en Japón el Obon, el Festival de los Muertos, cuando el muerto vuelve a casa de sus antepasados por varios días y pasa un tiempo con los vivos. Para los japoneses la muerte no se ve como una ruptura, sino más bien como un paso, la continuidad de la vida, un momento de conexión profunda con la Naturaleza.
Por último, en Francia se celebra el Toussaint, su recuerdo a los difuntos. Durante el siglo V, mientras los monjes católicos trataban de evangelizar las tierras de Irlanda, Gran Bretaña y la Galia, se toparon con una celebración llamada Samhain que tenía lugar a principios de noviembre en honor a los difuntos, y debido a lo arraigada que estaba en aquellas tres culturas decidieron conservarla. La antigua Samhain representaba el único día del año en que los vivos podían comunicarse con los fallecidos, y se les honraba con banquetes y rituales oficiados por los druidas. El profundo arraigo de esta tradición en las zonas rurales y a veces aisladas, propició su supervivencia pese a tener un origen pagano.
La Castanyada, una tradición que va más allá de la castaña.
Aquí en el Mediterráneo, cada pueblo ha honrado y honra a su gente de muchas formas. Y en Catalunya celebramos la Castanyada, además de Todos los Santos. Originada a finales del siglo XVIII, esta fiesta deriva de las antiguas comidas funerarias, en las que no se servían otras comidas que legumbres y frutos secos y los panes votivos, conocidos popularmente como panets, panellets o panellons. La comida tenía un sentido simbólico de comunión con las almas de los difuntos. Así los panellets tienen su origen en el «pan de los muertos».
Asimismo, esta celebración rubrica que el verano se ha desvanecido definitivamente. La tierra, que ya ha quitado fruto, espera la siembra que fructificará el próximo año; los árboles pierden las hojas después de teñirlas de tonalidades diversas; y el frío comienza a hacerse notar, después del buen tiempo. Por ello, en muchos puntos de la penínusla ibérica durante este mes se celebran las Fiestas de otoño, como el magosto en el norte.
Cabe mencionar la fuerte influencia de los Estados Unidos y los países anglosajones en todo el mundo que se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la cual se celebra cada año con más frecuencia y en un mayor número de hogares mediterráneos. De ahí también que exista una inquietud entre muchos de nosotros de querer preservar la Castanyada como parte de la cultura catalana sobre otras celebraciones foráneas.
¡Más panellets y menos calabazas!
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comida
medio kilo de almendra cruda / 250g de azúcar / 100-150g de patata cocida con piel / 2 yemas de huevo / ralladura de limón / piñones para decorar
1 – Picamos la almendra hasta convertirla en harina. Pelamos y chafamos la patata. Reservamos.
2 – En un bol juntamos la harina de almendra y el azúcar. Añadimos poco a poco la patata. Finalmente las yemas y ralladura de limón al gusto. Amasamos hasta conseguir una masa homogénea y ligeramente compacta. (Si queda realmente blanda, podemos añadir un poco más de harina de almendra. No os preocupéis por si queda ligeramente pegajosa).
3 – Para formar los panellets, nos mojamos ligeramente las manos con agua y boleamos porciones de masa de unos 25 gramos aproximadamente. Los rebozamos con piñones y los vamos dejando en una bandeja de horno cubierta de papel de aluminio (rara vez utilizamos este material en nuestra cocina, pero para que no se nos queme la base de los panellets es mejor este que el papel de horno).
4 – Precalentamos el horno y horneamos a 200ºC entre 10-12 minutos máximo. Sacamos y dejamos enfriar antes de consumirlos. (Si se os pegan al papel de aluminio, desplazamos un cuchillo bien afilado entre ambos elementos y listo).
y siesta
5 – Redondeada con castañas.
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