Nos guste o no, el calendario gastronómico y el religioso van íntimamente ligados, cada momento tiene su dulce.
Hay dulces que son terapia aromática. Y la garlanda es uno de ellos. Si bien se puede adquirir en algunas panaderías y pastelerías todo año, este dulce es propio de la Semana Santa y se utiliza por estas fechas también como mona. El nombre proviene de la munna o mouna, término árabe que significa «provisión de la boca», regalo que los musulmanes hacían a sus señores.
Tradicionalmente el padrino regala la mona a su ahijado el Domingo de Pascua, después de misa. Sin embargo, la costumbre de hacer una salida al campo para comerse la mona en familia el lunes de Pascua, ha acabado dando nombre a este día, que para muchos es «el día de la mona«. Así, el Lunes de Pascua es tradición, principalmente en las regiones del Levante, Cataluña y Aragón, que se reúnan varias familias o un grupo de amigos y que vayan a comer la mona juntos a algún lugar al aire libre. La comida es, en muchas ocasiones, un festín en el que no faltan las chuletas de cordero, los calçots y, sobre todo, el vino.
La mona es un postre de gran tradición en todo el Mediterráneo.
Para la elaboración de hoy hemos recurrido al libro El llibre de les catànies i les coques de Vilafranca: Postres i llepolies del Penedès de Joan Solé Bordes y Joan Cercó Rimbau, que fuimos a consultar a la biblioteca de Vilafranca del Penedès. Dado que las instrucciones están redactadas a la antigua, sin precisión, la garlanda nos ha quedado perfecta de sabor e imperfecta de aspecto. De textura mejorable… debería ser más esponjosa. Como los ingredientes están todo el año, la iremos practicando.
Un dulce que tenemos que reivindicar, porque es un verdadero placer para los sentidos… Todavía recuerdo cuando éramos niños e íbamos ilusionados a buscar la mona. Sin ellos aquí, es momento de rememorar esos días y divulgar esta tan bonita y dulce tradición.
Dedicada a Pere y Joaquima, mis padrinos.
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comida
400g de harina / 3 huevos / 2 cucharadas de azúcar / media taza de aceite de oliva / media taza de anís / 30g de levadura fresca / 1 cucharada de semillas de matalahúva* / 1 cucharada de semillas de cilantro / 1 pizca de canela / 1 pizca de sal / 12 avellanas / anís y azúcar para decorar
*Pimpinella anisum. También anís verde. En catalán matafaluga.
1 – Molemos las especias y picamos las avellanas. Reservamos.
2 – Batimos los huevos con el azúcar. Añadimos el aceite, el anís, las especias molidas, la canela y la sal. Vamos mezclando. añadimos las avellanas.
3 – Añadimos poco a poco la harina. Mientras deshacemos la levadura en un poco de agua tibia y la incorporamos a la masa. Vamos añadiendo harina hasta conseguir una bola suave y homogénea. Dejamos reposar la masa 2 horas, tapada con un trapo húmedo en el horno apagado.
4 – Pasado este tiempo, formamos la garlanda con la masa. Volcamos la masa en una superficie enharinada y vamos dando forma de roscón. Ponemos el roscón en una bandeja de horno cubierta por un papel de horno y la dejamos reposar mínimo una hora más.
5 – La horneamos a 180ºC durante 20 minutos o hasta que este cocinada.
6 – Una vez sacada del horno y reposada, y aún caliente, pintamos la garlanda con anís y le espolvoreamos azúcar por encima.
(Sugerencia: si no la consumimos de inmediato y se nos seca, cuando queráis comerla, la podéis trocear y ponerla en leche para que esta la absorba y se ablande, quede perfecta, deliciosa.)
y siesta
7 – La vuestra, la mía.