El fruto del algarrobo, árbol originario del Mediterráneo Oriental, tiene un uso ancestral. Fue utilizada por los egipcios y posteriormente por otros pueblos del Medieterráneo, no solo como comida, sino también como endulzante. Los pueblos originarios de América la utilizaban para elaborar el patay (pan de los Indios), una torta hecha de harina de algarroba y agua. Un árbol al que los quechuas no le pusieron nombre. Lo llaman «el árbol», tacu o taco. Los españoles le pusieron algarrobo, un nombre de origen árabe con el que designaban a un árbol cuyos frutos eran dulces como los que ellos conocían.
La algarroba es una legumbre y su uso más común es en forma de harina.
Identificada como complemento alimentario en periodos de escasez, el algarrobo siempre fue una reserva alimenticia en años de sequía donde fallaban otros cultivos, según el refrán: «mal año de maíz, buen año de algarroba». Con esta propuesta queremos reivindicar este alimento como un ingrediente dulce, cercano, actual y válido para elaborar nuestros propios dulces caseros.
Algarrobo es sinónimo de árbol porque todo lo que un árbol puede dar lo tiene. Los guaraníes lo llaman ibope-para: árbol puesto en el camino para comer.
Es una lección de armonía.
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comida
250g de avellanas / 100g de harina de algarroba / 75g de dátiles* / 100g de agua / 1 cucharada de aceite de oliva / una pizca de sal
*Podemos sustituirlos por panela (azúcar de caña integral).
1 – Hidratamos los dátiles en el agua durante 1 hora. Pasado este tiempo, sin tirar el agua, les quitamos el hueso y los reservamos.
2 – Si tenéis una trituradora grande y potente, mezclamos todos los ingredientes juntos en este orden: primero trituramos las avellanas hasta conseguir una pasta, añadimos los dátiles y el agua, seguido de la harina de algarroba, el aceite y la sal hasta obtener una crema untuosa.
2b – Si no disponéis de un aparato potente como nosotras, tardaremos un poco más, pero el resultado seguirá siendo espectacularmente bueno. Trituramos en una picadora las avellanas hasta conseguir una pasta y la reservamos. Pasamos los dátiles por la picadora. En un bol, mezclamos con una cuchara la pasta de avellanas y la pasta de los dátiles con la harina de algarroba. Añadimos el aceite y la sal y removemos bien. Pasamos de nuevo la mezcla por la picadora por tandas para conseguir una textura lo más fina posible. Volcamos la mezcla en un bol e incorporamos el agua de hidratar los dátiles, y terminamos con la batidora de mano para mezclar perfectamente toda la crema.
3 – Comprovamos el sabor y rectificamos el dulzor al gusto si fuera necesario. Servimos sobre una rebanada de pan tostado.
y siesta
4 – Nada volverá a ser igual.