La historia del cerdo está íntimamente ligada a la del hombre. El ancestro salvaje de la mayoría de las razas domésticas de cerdos es el jabalí. Se considera que fue domesticado independientemente en varios lugares muy alejados geográfica y temporalmente, utilizando diferentes bases fundadoras desde el comienzo según las subespecies y razas locales.
Hace unos 10.000 años los seres humanos del neolítico descubrieron que capturar animales y mantenerlos vivos para utilizarlos cuando fuera preciso, les permitía reducir la incertidumbre que les suponía el hecho de tener que depender de la caza. La agricultura y la ganadería permitieron a las poblaciones humanas conseguir una mayor certidumbre respecto a sus posibilidades de sustento, así como reducir el esfuerzo en obtenerlo, lo que posibilitó un mayor desarrollo cultural, ya que el ser humano podía entonces empezar a disponer de más tiempo para la creación intelectual. En este sentido, parece que el desarrollo de la ganadería tuvo lugar en Oriente Próximo, precisamente en zonas donde, a su vez, el desarrollo cultural fue más intenso y temprano.
Sin embargo, actualmente se consume demasiada carne, y esto, como ya hemos dicho otras veces, resulta insostenible. Debemos ser nosotros mismos, desde nuestras cocinas, quienes retornemos a la idea inicial de la ganadería y pensar comidas dónde la carne sea protagonista una o dos veces a la semana.
Disfrutar cocinando y comiendo, respetando la naturaleza que nos rodea.
A su vez, en la época persa, allá por el 4000 a.C., ya se conocían las propiedades de la alcachofa, pero fueron los griegos y romanos quienes la trajeron desde Egipto o el noroeste de África extendiendo su comercio hacia el Mediterráneo, cuyo clima templado hacía posible su cultivo anual. Más tarde, los árabes la rebautizarían con el nombre de al-kharshûf, que significa «lengua de la tierra».
La alcachofa es la flor, todavía no madura de la alcachofera y es propia de los meses de frío. A pesar de esto, en el área mediterránea, se produce una segunda recolección en primavera. Así que, ahora es momento de disfrutarlas en su máximo esplendor.
#EatMeatOnlyTwiceAWeek
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comida
3 alcachofas / 1 porción de papada de cerdo de unos 150g / laurel / pimentón de la Vera / pimienta negra / sal / aceite de oliva / agua
1 – Cocemos la papada en agua hirviendo, aromatizada con laurel y una pizca de sal, durante 1 hora. Cortamos la papada en láminas gruesas y las reservamos.
2 – Pelamos las alcachofas dejando el corazón limpio sin las hojas. Las troceamos a gajos y las ponemos 5 minutos en agua fría con sal y unas gotas de limón para que no se oxiden. Pasado este tiempo, las cocemos en agua hirviendo hasta que estén tiernas y escurrimos.
3 – En una sartén a fuego medio-alto, doramos las láminas de papada por ambos lados para conseguir una textura crujiente.
4 – Colocamos ambos alimentos en un plato y aliñamos la alcachofa hervida al gusto con aceite de oliva, una pizca de sal, pimienta negra recién molida y pimentón de la vera. Acompañamos con una ensalada de hojas de espinacas frescas, hinojo y cebolla tierna.
y siesta
5 – Suave y delicada.