Esta verdura suave y refrescante, de origen incierto, se encuentra ampliamente cultivada en casi todo el globo terráqueo. El problema, al menos en este rincón del mundo, es que solo se cultivan dos o tres variedades, lo que hace difícil encontrar en los mercados y tiendas lechugas distintas. Por ello, en nuestra mesa solo se sirven ensaladas verdes con las lechugas que crecen en la terraza de nuestro hogar.
Al principio de este recetario, ya os hablamos del autocultivo de lechugas en la propuesta 08. Y, cada año el cultivo va a más. Buscamos semillas de variedades autóctonas en proyectos como por ejemplo Les Refardes, mejoramos el rendimiento: cuando unas estan listas para empezar a consumir, se planta nuevo plantel en otras cajas-maceta, de manera que siempre hay verde disponible. Sin duda, es nuestro cultivo por excelencia.
La lechuga es un alimento que no debería faltar en nuestras mesas.
Conocida por persas, griegos y romanos. Estos últimos tenían la costumbre de consumirla antes de acostarse después de una cena abundante para así poder conciliar mejor el sueño. Además, en esta época ya se conocían distintas variedades de lechuga. En la Edad Media su consumo comenzó a descender, pero volvió a adquirir importancia en el Renacimiento.
En la actualidad, es un alimento que abre muchas comidas, y si está regado con un buen aliño, es ir directamente al cielo desde el primer bocado. Y es que, todo lo que está en un plato tiene que tener un por qué, y esta ensalada cumple con este propósito y otro mucho más importante, la de recuperar lechugas olvidadas.
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comida
8 hojas de lechuga lengua de buey* / 8 hojas de lechuga morella* / 8 hojas de lechuga negra del Penedès* / 2 puñados de pistachos / medio vaso de aceite de oliva / unas gotas de vinagre de vino tinto / 1 cucharadita de pimentón dulce de la vera / 1 cucharadita de pimienta negra / sal en escamas
*Se pueden sustituir por otras variedades según región.
1 – Cortamos unas hojas de cada una de las variedades de lechuga directamente de la propia planta. Troceamos cada hoja en trozos pequeños con las manos, nunca con cuchillo ya que el filo provoca una reacción química que oxida la hortaliza rápidamente, a la vez que pierde su sabor y parte de sus nutrientes.
2 – En un mortero, picamos los pistachos con una pizca de sal. Cuando este finamente picado, vertemos el aceite, cuatro gotas de vinagre y las especias. Removemos y afinamos de sal.
3 – El aliño potencia el deterioro de las ensaladas, por lo que si no se consume de inmediato este degradará rápidamente la lechuga. Por ello, llevamos el bol con el vegetal a la mesa, y una vez sentados, aliñamos la ensalada, removiendo para que se impregne bien de todos los sabores y servimos en recipientes individuales.
4 – Acompañamos con pan plano recién hecho de masa básica al orégano, para mojar el aliño que se deslizará por la lechuga hasta depositarse en el fondo del plato formando una capa muy fina de estupendo aliño de pistacho.
y siesta
5 – De esas que no se olvidan.